domingo, 7 de febrero de 2016

¿ES BÍBLICO "ATAR"?

"Y esto lo hacía por muchos días; más desagradando a Pablo, éste se volvió y dijo al espíritu: Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas de ella. Y salió en aquella misma hora" Hechos 16:18

Pablo ejerció considerable paciencia y refreno en esta situación. Él no actuó a toda prisa o de manera imprudente. Él esperó y observó, hasta que el Espíritu le diera discernimiento para saber que la mujer no iba a arrepentirse sola, estaba poseída por un espíritu de engaño, y necesitaba liberación.

Finalmente Pablo tomó una acción. En el nombre de Jesús, ordenando al espíritu que saliera de la joven. En el Nuevo Testamento, los creyentes, no los demonios, son llamados a testificar de Cristo. Los primeros creyentes sabían que los demonios son testigos falsos, engañosos y parciales, que entregan información incompleta.

Además, la Iglesia Primitiva creía que cuando Dios quería validar a sus testigos, Él haría cosas sobrenaturales. Ni Jesús o sus seguidores quisieron dar a la gente estímulo para confiar en espíritus engañosos.

Este enfoque a la posesión de demonios y exorcismo está en contraste absoluto con aquellos que dialogan con demonios, los interrogan, pasan por confesiones complicadas y rituales antes de expulsar a un demonio. 

Además, el ejemplo dejado por Jesús es claro: prediquen el mensaje de la cruz y digan solo una cosa a los demonios: Te mando en el nombre de Jesucristo que salgas! El griego literal lee: "Te ordeno..." Ni aquí ni en ningún otro texto encontramos a la Iglesia Primitiva reprendiendo o atando demonios.

En la Escritura esta actividad es exclusiva de Dios. Incluso la práctica moderna de dar órdenes a los ángeles está también completamente ausente de la revelación bíblica.

Lo que sabía la Iglesia Primitiva, y lo que la Iglesia Moderna tiene que descubrir de nuevo, es que los demonios no responden a nuestra táctica complicada, declaraciones, confesiones y reprensiones. Los personajes bíblicos siguieron el ejemplo simple puesto por Jesús, hacerse ellos mismos a un lado, y simplemente confiar que Dios va a liberar a la gente del modo que Él prometió.