miércoles, 2 de septiembre de 2015

SOMOS EL REFLEJO DE LOS QUE ADORAMOS

Salmo 115:1 No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad. 2 ¿Por qué han de decir las gentes: ¿Dónde está ahora su Dios? 3 Nuestro Dios está en los cielos; Todo lo que quiso ha hecho. 4 Los ídolos de ellos son plata y oro, Obra de manos de hombres. 5 Tienen boca, mas no hablan; Tienen ojos, mas no ven; 6 Orejas tienen, mas no oyen; Tienen narices, mas no huelen; 7 Manos tienen, mas no palpan; Tienen pies, mas no andan; No hablan con su garganta. 8 Semejantes a ellos son los que los hacen, Y cualquiera que confía en ellos.

En otras palabras: te conviertes en lo que adoras; algo que el pueblo de Dios experimentó y que Dios denunció a través de los profetas, como Ezequiel, Jeremías, en más de una ocasión, fue la condición de su pueblo; un pueblo con ojos, pero que no podían ver, no podían discernir la verdad de Dios, un pueblo con oídos pero que no podían entender el contenido de su revelación. Algo que Dios profetizó del pueblo de Israel continua siendo una gran verdad de nosotros su pueblo en el día de hoy.

Tú comienzas a adorar algo y poco a poco, ese algo o ese alguien, a quien tú adoras, comienza a darte la forma; y el ídolo sin vida termina dándole vida a tú vida. ¿Te has observado a ti mismo últimamente? ¿Pudieras pausar en este momento y mirar en tu interior, y ver, y tratar de que Dios te ayude a ver lo que eres? Y hago esta pregunta porque con toda probabilidad la condición en la que tú y yo nos encontramos hoy, tiene mucho que ver con aquello que tú y yo hemos venido adorando; porque la palabra de Dios afirma categóricamente que te conviertes en lo que adoras.

Salmo 115:1 No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad.

El salmista establece una polémica, entre el único y verdadero Dios, entre el dador de la vida, el creador del cielo y de la tierra, entre ese Dios y los ídolos inútiles, infructíferos del pueblo de Israel. El único sabio Dios, el Dios de lo imposible, el Dios que el pueblo de Israel supo cambiar en más de una ocasión, en ídolos que no tenían vida.

El salmista al meditar acerca de esta verdad está consciente de cuan pequeños somos delante de Dios. Está consciente de cuan infinito es nuestro Dios. El salmista conoce que este Dios ha revelado, ha desplegado su gloria en su palabra, en su Hijo y aun en la creación. El salmista conocía de la inmensidad de su Dios al contemplar el firmamento, al contemplar los cielos, no necesitó un telescopio para concluir que había una Dios detrás de todo esto, y ni siquiera de un microscopio para entender la complejidad de su creación. Avances que el hombre de ciencia usa hoy y concluye que tiene que haber una inteligencia creadora detrás de la creación. El salmista llegó a esta conclusión mucho antes.

El salmista entiende la acusación que pesa sobre el hombre; desde siglos anteriores y conociendo esa acusación él exclama en este salmo: Salmo 115:1 No a nosotros, oh Jehová, no a nosotros, Sino a tu nombre da gloria, Por tu misericordia, por tu verdad. Nosotros debemos atribuir toda la gloria a nuestro Dios por cada una de las cosas que vivimos y experimentamos.

Pero de manera particular quiero llamar la atención a dos cosas por las cuales el salmista está dando gloria a Dios en este inicio de su salmo: por su misericordia y por su verdad. Por su misericordia, porque  de no haber sido por ella ya tú y yo hubiésemos sido consumidos.

Miremos cómo define Pablo en Romanos 1:25 la idolatría: 25 ya que cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.

¿Entendiste de qué manera Pablo entiende la idolatría? Es la corrupción de la verdad de Dios y el cambio entonces por la mentira que lleva a la criatura a adorar a la propia creación en vez de al propio creador. Y alguien más lo decía de esta manera, que esa idolatría que lleva el pecado al hombre, rehúsa admitir que él es una criatura dependiente del creador y entonces hace esfuerzos continuos para construir para sí mismo una vida independiente y segura.

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